miércoles, 7 de enero de 2015

De la Decadencia Cristiana de Nietzsche a la Decadencia Nietzscheniana de la Moral Capitalista.


Nietzsche surgió de una sociedad alemana comprimida, condenada a la contención por haber llegado tarde al reparto del mundo.
El mundo tal como era, comprendía una situación inaceptable para una élite alemana hambrienta de poder, pero contenida por las reglas internacionales, lo que le indignaba al punto de un odio autodestructivo. Desde allí su pasión, su ira.
Nietzsche desarrolla sus ideas en un ambiente de profundo resentimiento y es por ello su necesidad de ruptura, pero no una ruptura hacia los ideales éticos más elevados. Nietzsche demuele estos ideales. No sin razón acusa a la iglesia de utilizarlos para generar obediencia y servilismo, lo cual según él, es contrario al verdadero valor del hombre.
Nietzsche induce a una ruptura contra todo eso que, según él, le intentan imponer a los “espíritus libres”, todo cuánto mantiene atado al hombre y no le deja cumplir su destino: la Plenitud Individual Absoluta.
Este ideal Nietzscheniano de acumulación permanente y expansiva (de riquezas y poder) ha existido desde épocas bastante remotas, pero el mérito de Nietzsche (y por eso el nombre de Nietzscheniano) es el haberlo convertido en una aspiración colectiva, como contraposición a lo que él llamó la decadencia cristiana.
La decadencia cristiana es la figura que utilizó Nietzsche para justificar la adopción del nuevo ideal que había desarrollado: La Voluntad de Poder, la potestad que se abroga alguien de dominar a otro o a otros en función de sus intereses, de su bienestar y de sus aspiraciones.
Se trataba de un conjunto de argumentos desde los cuales se validaba la depredación, como proceso necesario para lograr la plenitud absoluta del ser.
Los estereotipos que integran el discurso cultural dominante, validan, dan por cierto, todos los elementos de la moral nietzschetiana, la selección del más apto y la Voluntad de Poder, como los valores éticos a sostener y la Acumulación Permanente y Expansiva de riquezas y privilegios, como el máximo estado de realización del Hombre.
En síntesis: La depredación como norma social. Somos una Sociedad Depredadora, dispuesta incluso, a destruirse a sí misma.
Entiendo que un animal, una especie, o un individuo, están Corrompidos, cuando escogen y prefieren lo que es nocivo para ellos.”
Friedrich Nietzsche.


Ese ha sido el condicionamiento que durante todos los siglos que van de Historia, hemos estado recibiendo en nuestro papel de sostenedores de las Élites.
Desde mucho antes de los Sumerios hasta los Windsor, siempre ha existido una Élite que ha disfrutado de todos los privilegios y que ha ostentado el Poder Real. Y aún quienes han logrado impactar esta realidad, intentando transformarla, han terminado convertidos en parte de esa Élite o han sido eliminados.
Son demasiados siglos de condicionamiento, Platón lo describió bien en el Mito de la Caverna. Nietzsche no descubre el agua tibia, sólo se la sirve a la sociedad capitalista como una bebida espirituosa.
Pero comienzan a verse ciertas grietas; al discurso cultural dominante, parece ya no convenirle tanto la moral Nietzschetiana; los niveles de autodestrucción amenazan con superar la capacidad de las Élites de acceder a una realidad alternativa, donde puedan preservarse de las consecuencias de la depredación del planeta.
Tal parece que ya las Élites no van a seguir escapando de las consecuencias que produce la lógica que las sostiene.
Claro es que yo entiendo la Corrupción en el sentido
de Decadencia.”
Friedrich Nietzsche.













NFO