Nietzsche
surgió de una sociedad alemana
comprimida, condenada a la contención por haber llegado tarde al
reparto del mundo.
El
mundo tal como era, comprendía una situación inaceptable para una
élite alemana hambrienta de poder, pero contenida por las reglas
internacionales, lo que le indignaba al punto de un odio
autodestructivo. Desde allí su pasión, su ira.
Nietzsche
desarrolla sus ideas en un ambiente de profundo resentimiento y es
por ello su necesidad de ruptura, pero no una ruptura hacia los
ideales éticos más elevados. Nietzsche demuele estos ideales. No
sin razón acusa a la iglesia de utilizarlos para generar obediencia
y servilismo, lo cual según él, es contrario al verdadero valor del
hombre.
Nietzsche
induce a una ruptura contra todo eso que, según él, le intentan
imponer a los “espíritus libres”, todo cuánto mantiene atado al
hombre y no le deja cumplir su destino: la Plenitud Individual
Absoluta.
Este
ideal Nietzscheniano de acumulación permanente y expansiva (de
riquezas y poder) ha existido desde épocas bastante remotas, pero
el mérito de Nietzsche (y por eso el
nombre de Nietzscheniano) es el haberlo convertido en una aspiración
colectiva, como contraposición a lo que él llamó la decadencia
cristiana.
La
decadencia cristiana es la figura que utilizó Nietzsche para
justificar la adopción del nuevo ideal que había desarrollado: La
Voluntad de Poder, la potestad que se abroga alguien de dominar a
otro o a otros en función de sus intereses, de su bienestar y de sus
aspiraciones.
Se
trataba de un conjunto de argumentos desde los cuales se validaba la
depredación, como proceso necesario para lograr la plenitud absoluta
del ser.
Los
estereotipos que integran el discurso cultural dominante, validan,
dan por cierto, todos los elementos de la moral nietzschetiana, la
selección del más apto y la Voluntad de Poder, como los valores
éticos a sostener y la Acumulación Permanente y Expansiva de
riquezas y privilegios, como el máximo estado de realización del
Hombre.
En
síntesis: La depredación como norma social. Somos una Sociedad
Depredadora, dispuesta incluso, a destruirse a sí misma.
“Entiendo
que un animal, una especie, o un individuo, están Corrompidos,
cuando escogen y prefieren
lo que es nocivo para ellos.”
Friedrich
Nietzsche.
Ese
ha sido el condicionamiento que durante todos los siglos que van de
Historia, hemos estado recibiendo en nuestro papel de sostenedores de
las Élites.
Desde
mucho antes de los Sumerios hasta los Windsor, siempre ha existido
una Élite que ha disfrutado de todos los privilegios y que ha
ostentado el Poder Real. Y aún quienes han logrado impactar esta
realidad, intentando transformarla, han terminado convertidos en
parte de esa Élite o han sido eliminados.
Son
demasiados siglos de condicionamiento, Platón lo describió bien en
el Mito de la Caverna. Nietzsche no descubre el agua tibia, sólo se
la sirve a la sociedad capitalista como una bebida espirituosa.
Pero
comienzan a verse ciertas grietas; al discurso cultural
dominante, parece ya no convenirle tanto la moral Nietzschetiana; los
niveles de autodestrucción amenazan con superar la capacidad de las
Élites de acceder a una realidad alternativa, donde puedan
preservarse de las consecuencias de la depredación del planeta.
Tal
parece que ya las Élites no van a seguir escapando de las
consecuencias que produce la lógica que las sostiene.
“Claro
es que yo entiendo la Corrupción en el sentido
de
Decadencia.”
Friedrich
Nietzsche.
NFO